La obra de António Reis y Margarida Cordeiro, profundamente influenciada por la antropología, la poesía y las tradiciones, se alejó del cine realista urbano que floreció tras el final de la dictadura de Salazar para ofrecer una mirada lírica y humana al mundo rural portugués. Ana, la segunda parte del tríptico filmado en la región mítica de Trás-os-Montes, es un canto a una tierra, a un nombre y a una lengua, donde el tiempo no avanza, se despliega: los niños descubren el mundo como si fuera la primera vez mientras los abuelos cuidan las casas y las tradiciones se encarnan en gestos y paisajes cotidianos. La película, ganadora de la Espiga de Oro en la 27ª edición de Seminci y recién restaurada por la Cinemateca Portuguesa, nos devuelve 40 años después a esa esencia visual mágica de dos directores fundamentales para la historia del cine europeo, en una experiencia sensorial e íntima donde los ecos de Mesopotamia resuenan en el Duero y el cine se convierte en memoria viva.