69 edición. Del 18 al 26 de octubre de 2024.
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Viajes sensoriales y por carretera atraviesan la cuarta jornada de festival

Lois Patiño llega a la Sección Oficial con ‘Samsara’, una travesía espiritual de Laos a Zanzíbara través de la reencarnación

Punto de Encuentro acoge las óperas primas de los hermanos Ross y Sara Summa

Vlad Petri cuenta las revoluciones iraní y rumana «de forma poética» en ‘Between
Revolutions’

El motivo del viaje, físico o espiritual, ha atravesado la cuarta jornada de la Seminci. El festival ha llegado a su ecuador con el estreno en la Sección Oficial de Samsara, la última película del siempre personal Lois Patiño, una historia de reencarnaciones que comienza en Laos con una anciana y su nieto hasta desembocar en Zanzíbar junto a dos niñas y una cabritilla y una película «que ver con los ojos cerrados», en relación con un momento del filme que prescinde de las imágenes para guiarse solo con sonidos. «Intentamos usar todas las estrategias posibles para tratar de evitar los exotismos», ha señalado el realizador gallego, durante un encuentro con los medios, en referencia al «efecto postal» que suele ir asociado a las filmaciones de paisajes y culturas tan habituales en su filmografía.

«Siempre he intentado encontrar la belleza más el misterio», ha precisado Patiño sobre una trayectoria de fuerte impronta pictórica que, ahora, se modula para acomodarse a una estructura más narrativa en una película que llega a Valladolid tras su paso por la Berlinale, donde ganó el Premio Especial del Jurado en la sección Encounters. El autor de Costa da morte (2013) y Lúa vermella (2020) ha descrito cómo el rodaje tuvo lugar con un equipo muy pequeño y una importante participación de las comunidades locales, tanto en el elenco como en la producción, para «dejar espacio» y permitir que aflorasen «sus preocupaciones actuales».

«La cuestión era cómo evitar ser turistas», ha añadido Xavier Erkizia, diseñador de sonido presente también en la rueda de prensa junto a las productoras Garbiñe Ortega y Leire Apellaniz. Erkizia ha diferenciado entre transitar un espacio y habitarlo, y se ha referido a lo segundo como fundamental «antes de posar la cámara». «Queríamos hacer, de esos territorios, lugares para nosotros», ha concluido.

Gasoline Rainbow, «un organismo vivo», y la «autoficción» de Arthur&Diana

Presentada en Punto de Encuentro, Gasoline Rainbow, la primera incursión en la ficción de los hasta ahora documentalistas hermanos Ross, se revela como una suerte de Easy Rider (Dennis Hopper, 1969) de la América pos-Trump, una película sobre un grupo de adolescentes de Oregón que ponen rumbo a las costas del Pacífico que entronca con grandes obras del cine indie como Mi Idaho privado (Gus van Sant, 1991) y cuyos autores han definido como «un organismo vivo» por las continuas adaptaciones y cambios del guion o las localizaciones en función del día a día y de las aportaciones de los intérpretes.

«La idea de escapada está ahí», han señalado los realizadores durante una entrevista en el marco del festival en la que también han incidido en lo «agotador» que resultó el rodaje al estar ubicado en distintas localizaciones. «Hacemos lo que queremos hacer y creo que es importante tener una voz propia», han precisado los hermanos Ross para defender la concepción de un auténtico cine independiente norteamericano que han ilustrado con The Sweet East (Sean Price Williams), a competición en Sección Oficial.

A Punto de Encuentro se ha sumado también este martes Arthur&Diana, de Sara Summa, «una película de autoficción que quiere transmitir ganas de vivir», en palabras de su directora. Construida como una road movie familiar, la propia realizadora, su hermano y su hijo de dos años son los protagonistas, junto a un viejo Renault que tuvo su particular «casting» y en el que viajan desde Berlín a París.

Una imagen en el recuerdo de su niñez junto a su hermano, «en color y en movimiento», impulsó a Summa a levantar esta película de carretera para la que necesitaba tres personajes «muy conectados en la vida real» y, ante eso, qué mejor que formar un elenco con su propia familia, «personajes reales lanzados a una ficción». El pasado de los hermanos y el futuro que representa la siguiente generación conviven también en el reducido espacio del coche en el que viajan. La directora ha matizado que, pese a la autoficción, Arthur&Diana no es autobiográfica, sino más bien «una caricatura», y los conflictos que se dan durante el periplo no son reales, sino pura ficción.  Al mismo tiempo, ha añadido, «hay mucha verdad que sale a la luz» por la relación familiar entre los personajes reales y actores.

Para Sara Summa, esta particular propuesta ha constituido «una experiencia increíble», precisamente por haberla compartido con su familia y otras personas del equipo que se han convertido en amigos. El resultado, ha señalado en una entrevista para Canal Seminci, es un filme que habla del amor entre hermanos, de dificultades y disputas familiares, también del duelo y la pérdida, con la que ha querido transmitir «una explosión de felicidad y ganas de vivir». Además de su amor por el cine.

Vlad Petri: revoluciones en clave poética

Con Between Revolutions, de Vlad Petri, Tiempo de Historia ha sumado este martes un nuevo título a concurso. Dos revoluciones planean sobre este trabajo que hibrida documental y ficción, la iraní de finales de los años 70 que derrocó al sah y la vivida una década después en Rumanía y que acabó con el régimen de Ceaușescu.

Ante las distintas formas posibles de abordar los acontecimientos históricos, Petri ha optado por la que ha considerado más «poética», al construir el relato a partir de las cartas de dos mujeres. El director ha reconocido que su primera intención fue abordar el filme como un documental convencional, pero al entrar en la historia se dio cuenta de que sería más fácil conectar con el público con esa fórmula «más íntima» que permite la relación epistolar entre las dos mujeres.

El trabajo con historiadores para la documentación le permitió al director rumano conocer correspondencias reales con las que podían contarse las dos revoluciones. Se concedió «la libertad de recrear esas cartas, en muchos casos censuradas por la policía, porque ni siquiera se permitía expresar los sentimientos». Aunque la lectura final de Between Revolutions deja un regusto de fracaso en cuanto a esos procesos revolucionarios, Vlad Petri ha querido lanzar el mensaje optimista de que quizá otra revolución pueda salir bien si se tiene cuidado de a quién se le otorga el poder.

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