- El cineasta brasileño se alzó con el Gran Premio del Jurado en Berlinale con ‘El sendero azul’, una luminosa historia sobre la vejez
La 70ª edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) ha acogido en su Sección Oficial el estreno en España de El sendero azul. El cineasta brasileño Gabriel Mascaro se aproxima en esta película desde la ciencia ficción y la fantasía al inesperado viaje por el Amazonas que decide emprender Teresa a sus 77 años, huyendo de la residencia de ancianos a la que el gobierno la obliga a trasladarse al terminar su etapa de productividad laboral: «Quería hacer una película sobre la resignificación de la vida de una persona mayor que no tratase de la finitud, la muerte o la nostalgia», ha afirmado Mascaro.
El director ha asegurado que su intención era acercarse desde una perspectiva diferente a los referentes cinematográficos que existen sobre las personas mayores: «Pienso en películas como Amor, de Michael Haneke (2012), o Cuentos de Tokio, de Yasujiro Ozu (1953), obras que hablan precisamente de cómo el mundo da la espalda a las personas mayores y que me han influido mucho, pero de las que me quería separar. También me acordé mucho de Antes del amanecer de Richard Linklater (1995) y en ese encuentro amoroso fortuito. Quería que la película fuese algo así; jugar con esta tradición, pero desplazada sobre un cuerpo anciano como acto de resistencia y transgresión».
Para esta búsqueda Mascaro encontró su escenario perfecto en la selva amazónica, un lugar que el director conoce profundamente, pues impartió clases a comunidades indígenas durante años: «Quería adentrarme en este encanto del interior de la selva y los poderes mágicos que están en la fauna y la flora, en ríos sinuosos en los que te pierdes, pero donde también puedes encontrarte y el imaginario del Amazonas ya estaba en mi cabeza».
Un juego constante de géneros
La película se construye como una especie de distopía, con constantes juegos formales entre lo real y lo fantástico que van dando forma a la historia de Teresa. «Una de las influencias principales fue sin duda Una historia verdadera, de David Lynch», ha reconocido en relación a la idea de viaje que va dando forma a la película. Este constante intento de sorpresa se trasladó también al trabajo con los actores: «Trato de generar pequeños accidentes para provocar al elenco. El cine de ficción lidia con la idea de control, pero a mí me interesa mucho que haya elementos que rompan con esa estrategia y que pasen cosas inesperadas en pleno rodaje».
Además, según Mascaro, la música ha sido uno de los elementos cruciales para dar forma a esta narrativa inesperada: «La música parte de una mezcla de géneros aparentemente imposibles de conectar y fue el primer acto juguetón; como si hubiera una orquesta en la sala de cine que se comunica en todo momento con el espectador y jugase de forma contraintuitiva con lo que se está viendo».
Ese constante juego formal le sirvió para generar un poso crítico que ayudara a hacer reflexionar sobre el presente: «Para mí era importante pensar en el dilema que vive una sociedad que cree en la productividad como motor principal del mundo. ¿Qué pasa con un cuerpo que ya no produce? Quería explorar con libertad las posibilidades de una iconografía femenina de la vejez alejada de las expectativas», ha asegurado.